Ya estoy de vuelta, tras un verano muy especial y peculiar, pero que me ha permitido descansar un poco, leer un rato, observar mucho y hacer nuevas amistades, de esas que dejan huella. La misma que dejó hace unos años, más de una década por lo menos, el empezar a guardar tapones de botellas de plástico. Por eso, el post de hoy tiene que ver con tapones, pero también con creatividad, innovación, juventud, economía circular, medioambiente y ganas de cambiar para mejorar.
¿Preparadas para este post de regreso? Adelante.
Como os comentaba, hace unos cuantos años empecé a guardar en un minicontenedor que tengo en casa tapones de botellas de plástico. El plástico, como el papel, el aceite o la basura orgánica ya lo venía reciclando en sus contenedores correspondientes. Ahora bien, probablemente, como a muchas de vosotras, también a mí me habían llegado distintas peticiones de tapones de botellas de plástico para, por ejemplo, “conseguir” una silla de ruedas u otras necesidades que podrían mejorar la vida de niños y niñas con determinada necesidades. Porque intercambiar TONELADAS de tapones podría cambiarles un poco su vida. Y, sí, habéis leído bien, TONELADAS de tapones, qué no es algo baladí.
Yo creo que fue una época en la que desde nuestras casas, colegios, empresas y distintas instituciones estábamos dando una muy buena respuesta solidaria, porque, ¿qué nos costaba guardar tapones? Además, había muchas asociaciones, empresas y hasta locales de particulares que se encargaban de recogerlos. Estoy segura que algunas personas nos dimos cuenta de que los tapones no solo servían para hacer manualidades sino para algo “mas grande”. Pero, ojo, no creáis que reciclar tapones de plástico es tarea fácil, supone un proceso que no se puede llevar a cabo en cualquier lugar. Pues hay que trabajarlos en plantas de recuperación especiales.
La cuestión es que el pasado mes de julio me encontré con muchos, pero muchos, tapones con los que no sabía que hacer y me puse a buscar a quién se los podía dar. Así es como encontré a nuestros protagonistas de hoy: Ekomodo. Su misión es clara:
Ayudar a las personas y a las organizaciones a crear un mundo mejor, con productos que son buenos para nuestros clientes, buenos para la sociedad y buenos para el planeta.
Todo comenzó en Eko-REC, una empresa industrial de Europa que empezó reciclando plástico (5 millones de botellas al día ni más ni menos) para después transformarlo en productos que se emplean en sectores como la automoción, la alimentación o el sector textil. Tras mucha investigación, en 2018 tomaron la decisión de diseñar y fabricar una serie de productos con estilo que además fueran sostenibles (a todos los niveles) y que las personas pudiéramos utilizar en nuestro día a día. Así es como surge Ekomodo.
El equipo base lo forman 4 personas, 3 de las cuales se formaron en LEINN, el grado de Liderazgo Emprendedor e Innovación que ofrece la Universidad de Mondragón y del que ya os he hablado en alguna ocasión. Ellas son David Zabala, CEO; Adriana Uribesalgo, Directora Creativa; Aritz Gartzia, Director Desarrollo de Negocio; y Judit Astigarraga, Directora comunicación. 4 P.E. que se merecen este apelativo.
Os recomiendo que escuchéis la entrevista que le hacen a Adriana Uribesalgo en la que deja muy claro el porqué de esta empresa y de su vocación emprendedora.
Os pueden gustar más o menos los productos que fabrican, pero no me diréis que la filosofía que está detrás no merece la pena un hueco en este blog.
Por cierto, si queréis contactar con Ekomodo, lo tenéis fácil. Os paso su dirección de mail, hola@ekomodo.eus, y su número de whatsapp, 644 692 705.
A vosotras cuatro, gracias por vuestra aportación para, desde lo local y nuestras posibilidades, poder cambiar un poco el mundo en el que vivimos.
A todas las que seguís este blog, os deseo un buen comienzo de curso y que no os olvidéis de poneros las mascarillas.